Hace
mucho tiempo me tocó hacer un viaje a una parte remota de la isla, de esos
lugares que cuando llegas sientes que retornaste a los origines de todo y
sientes un sentimiento leve de reencuentro con tus antepasados, vi las casitas
de madera fabricadas con materiales del lugar las cuales tienen una singular
distribución, frente con galería, habitación principal, habitación normal,
cocina, patio comedor y al final el baño o la letrina, todo conjugado en un
tremendo paisaje que permitía tener un espacio privado, no faltaba
alguna que tuviera un corral y la mayoría con un frondoso árbol que hacía más
hermoso el paisaje y ofrecía su sombra en los días de sol y calor. Que deleite
para los ojos del visitante y que ganas de volver se le quedan a uno cuando ha
caminado por esas calles, se ha sentado en el parque y ha podido conversar con
los lugareños.
El tiempo
pasa y llegan las motos, los carros, el cable, los “colmadones” y el cemento que
va cancerígenamente sustituyendo a las casitas históricas, las que se van quedando
solo en la memoria de los que una vez tuvimos la suerte de verlas y cuando
regresamos encontramos los colores de mal gusto y brillantes en los letreros de
las Bancas de lotería que al parecer se multiplican como conejos y el ruido ensordecedor
que mutila la paz de todos, atrás quedaron las razones de volver y la alegría de
saber que en algún lugar quedaba la esencia de nuestros origines, solo queda del
deseo de marcharnos lo antes posible pues de nada valió hacer un viaje tan
largo para encontrarnos con los mismos males que quisimos dejar.
Con
esto no quiero decir que el avance no llegue a los pueblos, ni tampoco que las
comodidades de la vida moderna no las deban disfrutar, lo que quiero decir con toda la autoridad que me da la
ignorancia es que estos pueblos
intentan adoptar el modelo citadino y en la copia absurda de una ciudad caótica
llevan este caos hasta las entrañas de los más recónditos lugares, matan la
personalidad de los pueblos destruyendo edificaciones y estructuras que si fueran
inteligentemente conservadas fueran otra fuente de ingresos para ellos, mantendrían
una personalidad de su cuidad y no fueran el Frankenstein en que se están convirtiendo.
Qué pena que las autoridades de los pueblos y las demás autoridades del país no
vean esto y que pena que los moradores de esos pueblos crean que modernidad y
progreso sea destruir su patrimonio.
Imagen tomada del Blog:
http://ocoaporlanueva.blogspot.com/
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