domingo, 30 de junio de 2019

La pensión de mi amiga la profe






Mi amiga la profe casi sucumbía al deseo de darle una galleta a ese carajito mal educado, malapalabroso y abusador, sus años de estudios en el magisterio, sus tantos cursillos en la ADP y experiencia de décadas no habían podido cambiar del todo los valores que marcan su personalidad y edifican su forma de actuar; los muchachos respetan a los mayores y no dicen malas palabras, pero ya no son así, se detenía y pensaba, visualizaba el día que le llegaría su pensión dejaría de lidiar con todo, sus compañeros, los carajitos y sobretodo con los padres de esos embriones de delincuentes.


Así fue que entendí porque casi entre lágrimas me decía que había perdido su vocación y que prefería tener una escuelita ratonera y alfabetizar con el libro nacho a niños del barrio que ser parte de las escuelas de tanda extendida con computadoras en donde ya no hay una escuela, sí no un plantel, en donde los muchachos amenazan los profesores y donde hay que pasarlos “obligao”.

Me extrañe mucho de su brote filosófico y esa catarsis inesperada, así que me centré en solo escucharla y notar cada palabra, cada cambio en la inflexión de su voz, cada respiro, ya una vez aliviada por su aligerante confesión se desdobló de su yo interior y mostró nuevamente la coraza de la profe, me miró fijamente y por unos segundos callamos, entendí que quería decir eso hace tiempo y había encontrado la oportunidad de expresarlo aunque no sea a quien realmente se lo merecía, luego respiró profundamente y me dijo, no todo está perdido, pero mi tiempo como maestra está acabando.


Le pregunté, ¿te rendiste?, me respondió,  –No, entendí, entendí que ya no soy parte del sistema, que puedo cambiar pero dejaré de ser yo, dejo el plantel pero no la enseñanza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario