lunes, 5 de mayo de 2025

Patio de Esperanzas y Ausencias

 


Marrón, como el café que se enfría en la mesa del olvido; chamuscado, como los sueños que se queman al sol del mediodía sin sombra. Con bochornos que huelen a pobreza sin esperanza, ese patio era testigo de risas que no alcanzaban a ser carcajadas y de silencios que gritaban resignación y una triste pero clara convicción de que no hay más que hacer que esperar. Esperar que Dios envíe lo que otros no se atreven a buscar. Porque aquí, la fe es la moneda de cambio, y la acción, un lujo que pocos pueden darse.

La felicidad, esa vecina que se asoma por la verja, dejaba su risa en el aire antes de marcharse con los que decidían irse. Porque la felicidad, es interesada y selectiva; solo se ríe con los atrevidos, con los que empacan sus miedos y salen a buscar la promesa de la provisión.

Y así, el patio seguía ahí, marrón y chamuscado, se fue llenando de fantasmas que alimentaban un visceral rencor de los que se quedaban y mataba con el eterno olvido para siempre a quien se atreviera a cruzar la verja y reclamar lo que siempre estuvo destinado a ser suyo.

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