“Tengo muchas cosas nuevas que contar”, así con esa misma frase me recibió en la acera de su casa, o mejor dicho su pre-sala mi amiga la profe, en su regordete rostro que por cierto siempre refleja una sonrisa sincera, se notaba además de esa alegría una gran satisfacción, Ah sí, le dije contagiado de su alegría, cuéntame seguí diciendo.
-Mira ‘pa allá, mientras señalaba un vehículo compacto aparentemente en muy buenas condiciones, lo noté de inmediato y entendí el accesorio adicional en la sonrisa. --Uepaaaa!, te montaste, le dije al momento que me pasaba la llave, nuestra forma de decir me alegra que te alegres por mí, la tome y caminamos hasta el carro, lo encendimos y comprobé que había hecho una buena compra y me dijo, vamos a darle una vuelta, le dije OK al momento que le devolvía la llave y me dijo, con una gran sonrisa, pero tú estás loco yo no sé manejar, ven para que me enseñes.
Mi corazón latió más rápido de lo normal, ya estaba metido en el lio y no tenía forma de escapar, buscando todos los medios para abandonar la misión le dije, y tu licencia, no se puede manejar y mucho menos aprender sin licencia, me abrió la puerta del chofer, me tomó por el brazo y sentí un amistoso y leve empujón hacia el asiento del chofer, luego ella apuró el paso al asiento del pasajero y una vez dentro los dos del carro me dijo: -Que licencia ni licencia, eso Moreta me lo trae la semana que viene, ya le pagué, y además tu sabes que mi hermano es policía y aquí en el barrio yo soy la profe, quien me va a preguntar por licencia, coge para la 36, que está más vacía para que me enseñe.
Dios nos guarde, pensé mientras le decía cuál es la emergencia y donde está el pedal del freno.
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