domingo, 14 de mayo de 2017

¿Qué hubiera pasado...?

Cuento de Jesús W. Del Carpio S.  Agosto 2004


- “No. No hay loto, ni lotería, ni apueta’ depoltiva’, ni loto-cuí, ni, ni, ni, ni, ni............”, le respondió la dueña del colmado a Manuel con su español machacado, de forma agresiva y con el ceño fruncido, cuando este le pidió una jugada de loto. Por un par de segundos la señora se quedó en silencio buscando en su mente una forma de descargar su rabia y continuó con su letanía.

- “Ni, ni, ni la gallinita ponedora, ni la vaquita lechera, ni la viejita belén, ni el papelito de la suerte. En ete’ paí’ dede’ que mea un chivo na’ silve’, ya he peldío’ como dié venta de loto porque cayó un aguacero y ahora ni lu’ hay. ¡Toy jarta!”. Una bachata se escuchaba en un radio de baterías destartalado: “Penaaa, es lo que siento en mi aaalma…”.

Mientras el lanzallamas de la señora se manifestaba, Manuel leía un letrero: “Esta banca opera con servicio telefónico de Anyfone”. Ignoró lo visto y oído, y se dispuso a disfrutar el refresco que pidió al llegar al colmado. La Nuez de Adán subía y bajaba al ritmo marcado por cada trago de soda que bajaba por su garganta, y tras de sí se escuchaba el tradicional sonido gutural: “glup, glup, glup.....”.

Cabeza inclinada hacia atrás, con gotas que rodaban por su piel para formar hilos de sudor, bajo un techo de zinc que le cocía hasta los pensamientos, Manuel tragaba incesantemente creyendo que con ello desaparecerían los 35 grados celcius de temperatura y humedad abrazantes que se sintieron después de un aguacero bajo sol de verano.

Cuando se tomó la última gota emitió un “ahhh” de satisfacción, pero la señora le interrumpió su éxtasis: “Señol, señol: su celulal ta’ sonando”.

- “Aló”, dijo Manuel al contestar el teléfono. Escuchó la voz desesperada de su esposa Mariela que dijo: - “MANUEL, JUYE Y TRÁEME LA BOMBITA DE MASIEL, QUE LE ENTRÓ UN ATAQUE DE ASMA”.

De esta forma comenzó la tarde del primer sábado que Manuel tuvo libre en el trabajo desde hace mucho tiempo. No pensó, no preguntó, sólo reaccionó y contestó: -  “Toy saliendo”.

Tiró en el mostrador un billete del cual no le importó la denominación, y la botella, que bailoteó de forma cadenciosa y sugerente teniendo el equilibrio exacto para no caerse. Todo el que vió una camioneta roja arrancar del frente del “Mini-colmado La Esperanza” pensó que llevaba el diablo: las gomas chillaron, el “mofle” lanzó su mejor copazo en años, el motor rugió como si quisiera despegarse del chasis. La camioneta le devolvió a Manuel con potencia cada peso que pagó por ella.

Mientras iba avanzando no sintió el cargo de conciencia de cruzar un semáforo en rojo porque nunca encontró a su paso uno con energía; las gomas surcaron los charcos de agua que se formaron en la avenida principal debido a un aguacero relativamente corto, pero copioso. En algún momento escuchó vagamente voces que al unísono vociferaron “HIJUE LA GRAN PUTA” cuando una goma cayó en un hoyo y empapó de agua sucia a un grupo de estudiantes de politécnico.

Al llegar al edificio donde vivía no estacionó, se detuvo en el lugar más cercano a la puerta. Broncodilatador en mano, corrió despavorido a través del pasillo que lleva a la escalera. Su dedicación al baloncesto no le sirvió para llegar a ser selección nacional, pero le ayudó a subir de tres en tres los escalones.

Mientras tanto, Mariela dejó en cuna a su hijo recién nacido y bajó con la niña para encontrarse con su esposo en el descanso del segundo piso. Masiel respiraba forzosa y agitadamente, su temperatura aumentaba, su tez se había tornado rojiza. Un silbido aterrador acompañaba cada inhalación como viento huracanado que se filtra entre las hendijas de una ventana. El pié izquierdo de la niña desprendió el celular de la cintura de Manuel hasta caer al piso.

- “Uno, dos y tres”. Manuel contaba la dosis exacta mientras le insuflabla el contenido del frasco.

Como si fuera una cuenta milagrosa, sus bronquios se despejaron, el oxígeno fluyó, la tensión disminuyó, Masiel recobró fuerzas para abrazar a su padre y derramar algunas lágrimas. De esa misma manera se le flojaron las coyunturas a los más grandes, se desplomaron en el piso y empezó a llorar la madre.

- “En sus siete años de vida nunca nos había pasado”, dijo la madre. “¿Cómo lo olvidamos en el vehículo?”, dijo el padre.

Tratando de aligerar el aura que imperaba en ese pequeño espacio, Manuel respondió de forma jocosa, entrecortada por el cansancio y respirando profundamente: “eso pasa hasta en las mejores familias”. De esa misma forma agregó: “quizás no nos saquemos el loto, pero retuvimos un gran tesoro”.

Manuel extendió una mano temblorosa, con fuerzas apenas para levantar el teléfono. Mientras miraba el aparato con la vista perdida, pensó en los escasos minutos que transcurrieron desde que salió del colmado. Se preguntó en voz alta: - ¿Qué hubiera pasado si la llamada se hubiera encharcado igual que el agua en las calles? ¿Y si se le hubiera ido la luz a la telefónica como se fue en los semáforos? ¿Y si la línea no hubiera funcionado como en aquel colmado?

lunes, 1 de mayo de 2017

REPRENDE A SATANAS, REPRENDELO

Guillermo  estaba harto de la bulla de la iglesia, pensaba que se volvería loco y después del ultimo encontronazo con el pastor no quería ir nuevamente a decirles que le dieran menos duro a los panderos, estaba ansioso de que si Dios existía en verdad haga algo para que él no siguiera escuchando el nombre de Satanás cada tres minutos por las bocinas.

Sus pensamientos eran interrumpidos por un REPRENDE A SATANAS, REPRENDELO, intentaba ver el juego del Licey contra las Águilas Cibaeñas y justo cuando debió escuchar ese sonido inconfundible del Home Run cuando el bate golpea la bola, solo escuchó REPRENDE A SATANAS, REPRENDELO, y su televisor se apagó, se fue la luz y por unos segundos dio gracias Dios, un silencio general se apoderó del barrio, la iglesia se quedó en silencio y por alguna razón desconocida, empezó a hacer más calor.

No pasaron treinta segundos y la planta del colmado inició con el desconsiderado ruido para todo el barrio, exactamente a los treinta segundos más, al mismo tiempo que Guillermo encendía su radito para seguir el juego, la voz del pastor al igual que el ruido de la planta se escuchó fuete decir; REPRENDE A SATANAS, REPRENDELO, ENCIENDAN LAS LAMPARAS HERMANOS, SATANAS NO NOS QUIERE CONGREGADOS, PERO NO LO LOGRARA, ENCIENDAN LAS LAMPARAS DE GAS, REPRENDE A SATANAS, REPRENDELO.


Empezó una gran algarabía al ritmo de "Ríos de Agua Viva", los ojos de Guillermo se encendieron en fuego del infierno y subió el radio un poco más, Las Águilas perdían por tres y él sufría, no había abanico, la planta sonaba en la esquina del colmado con más fuerza que hacia un rato, REPRENDE A SATANAS, REPRENDELO, se volvió a escuchar al mismo tiempo que cerraba la última parte de la novena entrada y su equipo seguía perdiendo. REPRENDE A SATANAS, REPRENDELO, nuevamente, REPRENDE A SATANAS, REPRENDELO, REPRENDE A SATANAS, REPRENDELO, REPRENDE A SATANAS, REPRENDELO, fuego, fuego, fuego, Guillermo solo esperaba el batazo para ir a la entrada extra, REPRENDE A SATANAS, REPRENDELO, fuego, fuego fuegoooooooooooooooooooooo, ese último fuego llamó la atención de Guillermo y se levantó para ir a decir frente a la iglesia que no lo jodan más, cuando se paró en la puerta de su casa con calor y harto de escuchar REPRENDE A SATANAS, REPRENDELO, vio como el infierno salía por las puertas de la iglesia, estaba encendida completa, y todos los hermanos fuera, gritando y buscando la manera de apagar el infierno, las lámparas de Gas, desataron a Satanás dentro de la iglesia, Guillermo miró hacia el cielo y se sintió culpable, se dio cuenta que cuando pides con mucha fe, cualquier cosa puede pasar.