martes, 5 de noviembre de 2019

Pobre Noviembre



Hablando de todo como los....
A la verdad que Noviembre en la familia de los meses del año debe de sentirse como un hermano bastardo, rechazado y menospreciado. Hasta su nombre embienza Negativo, NO-viembre, seguramente envidia a su hermano Diciembre, pues todo el mundo quiere que llegue Diciembre, con Juanita, con el Doble y con toda la promesa de parrandas y cosas nuevas, y Noviembre pierde toda la oportunidad de ser disfrutado y se le ignora todo lo que puede ofrecer, seguramente ha ido al psicólogo por esta razón o lamiendo sus heridas en la intimidad de sus pensamientos ha querido que diciembre sea débil como su único mes hermano que seguramente comparten penas, este mes es Febrero que debe desde los orígenes del tiempo odiar a Muerte a Julio y Agosto pues estos le robaron cada uno un día y por eso él hoy es por todo el mes más efímero y débil, acusado de pagano y apostata. Imagino que estos dos meses deben sentir que son los más desdichados de todo el calendario.

domingo, 30 de junio de 2019

La pensión de mi amiga la profe






Mi amiga la profe casi sucumbía al deseo de darle una galleta a ese carajito mal educado, malapalabroso y abusador, sus años de estudios en el magisterio, sus tantos cursillos en la ADP y experiencia de décadas no habían podido cambiar del todo los valores que marcan su personalidad y edifican su forma de actuar; los muchachos respetan a los mayores y no dicen malas palabras, pero ya no son así, se detenía y pensaba, visualizaba el día que le llegaría su pensión dejaría de lidiar con todo, sus compañeros, los carajitos y sobretodo con los padres de esos embriones de delincuentes.


Así fue que entendí porque casi entre lágrimas me decía que había perdido su vocación y que prefería tener una escuelita ratonera y alfabetizar con el libro nacho a niños del barrio que ser parte de las escuelas de tanda extendida con computadoras en donde ya no hay una escuela, sí no un plantel, en donde los muchachos amenazan los profesores y donde hay que pasarlos “obligao”.

Me extrañe mucho de su brote filosófico y esa catarsis inesperada, así que me centré en solo escucharla y notar cada palabra, cada cambio en la inflexión de su voz, cada respiro, ya una vez aliviada por su aligerante confesión se desdobló de su yo interior y mostró nuevamente la coraza de la profe, me miró fijamente y por unos segundos callamos, entendí que quería decir eso hace tiempo y había encontrado la oportunidad de expresarlo aunque no sea a quien realmente se lo merecía, luego respiró profundamente y me dijo, no todo está perdido, pero mi tiempo como maestra está acabando.


Le pregunté, ¿te rendiste?, me respondió,  –No, entendí, entendí que ya no soy parte del sistema, que puedo cambiar pero dejaré de ser yo, dejo el plantel pero no la enseñanza.

jueves, 25 de abril de 2019

Cocolito, ¡un angelito!

(Basado en un hecho real).


Por: Jesús Waldeltrudis Del Carpio Santana

Cocolito salió corriendo de su casa dejando atrás el grito de doña Najita: "¡YO TE AGARRO AHORITA, PUÑETERO!". La puerta de madera  desvencijada se estrelló tras él, después de un largo crujido que delataba el desnivel de sus bisagras y el óxido que las adornaba. El niño creía que huía de su abuela, a quien había sacado de sus cabales, pero en verdad se alejaba de la vara de naranjo que ella solía desflecar sobre los cueros de sus piernas y que él trataba de esquivar dando brinquitos.

Pasó por la tienda de su padre a pedir las bendiciones y un chele con el que compraría un "palito latigoso". Ya con el ritmo cardíaco estable, caminaba o saltaba en dirección a recibir el pan de la enseñanza. En el trayecto se divirtió pateando una lata vieja o simulando con sus dedos un gigante que corría sobre las paredes.

Sin nada que cargar, más que su imaginación, pasó por la ebanistería del viejo Evaristo a recolectar desechos, pequeños pedazos de madera, que por su forma y cortes perfectos le parecieran útiles: cilindros, triángulos y rectángulos. Ya fuera para usarlos en su parché de cartón, para construir una patineta de madera o cualquier otro uso, quién sabe, la simetría de sus formas le decía que para algo debían servir. Los agregaría a su colección de objetos de valor: peronilas, semillas de zapote, una algarroba, 24 clavos viejos, tres cajas de bola, caracoles y un coral muerto. Los guardaría en su cofre, aquel viejo recipiente redondo de metal oxidado que su abuela había desechado, que una vez fue repositorio de hilos y agujas, y que antes había sido una de las pocas latas de galletas danesas que llegaron al pueblo para las navidades.

Finalmente llegó a la esquina de la Escuela Hogar #33, conocida también como la escuela de doña Natalia. Una de la pocas calles asfaltadas del pueblo daba acceso a la vieja casa hecha de tablas de palma y cana que alojaba la fuente de alfabetización. Cocolito llegó al patio con sus bolsillos cargados de madera, cinco canicas y un "bon", despertando la envidia de sus compañeros. Entró al único salón de clases que había, donde se mezclaban niños de primero hasta tercer grado. Sentado sobre un pupitre marrón de dos asientos, se le podía ver escribir "Mi mamá me mima. Yo amo mi mamá."; o dejar plasmada la evidencia de que "2 + 2 = 4".

En medio de su afán escolar fue atacado por borborigmos que alertaban una posible visita a la letrina. La frecuencia e intensidad de estos ruidos intestinales fueron aumentando hasta que el dolor le forzó a salir rápidamente del salón. Cruzó el patio pisando piedras y malezas, hacia el fondo, donde se divisaba una vieja y destartalada casucha con paredes y techo de zinc. Sus colores estaban recubiertos de aquel ocre, a veces anaranjado, a veces rojizo, que resulta de la lluvia, el inclemente sol tropical, el tiempo y la maldita pobreza de un país saqueado.

Entró rápidamente, se despojó de sus pantalones y se puso en cuclillas sobre la bacineta casi rebosada de aquella materia maloliente que prefiero no describir. Hizo su descarga mientras observaba la pared destartalada y un frondoso árbol de ponceré que se alcanzaba a ver a través del medio techo descubierto. Su paz fue arrebatada por el golpe de una semilla de esa fruta. Tras esa, otra, y otra, y otra, tac-tac-tac-tac, exacerbándolo. Se incorporó para investigar, viendo a través de una hendija que dos individuos le atacaban.

- ¡Ay coooño, pero si son Nenito y Basilito! Se dijo a sí mismo.

Pensó que desde allí adentro podría dispararle con su tirapiedras o con el rifle de grapas que hizo de madera y goma, si los tuviera a mano. Buscó desesperadamente algo con qué atacar y divisó medio palo de escoba que podría usar como arma de corto alcance. Armó su estrategia, abriría la puerta de repente con el brazo izquierdo y atacaría con el derecho.

Así lo hizo, contó: 1, 2 y 3. Con ímpetu, abrió la puerta, tiró un primer zarpazo en diagonal de derecha a izquierda. Aprovechó el impulso para lanzar otro de izquierda a derecha, formando una "X" en el aire. Del palo se desprendieron y viajaron por el aire como ráfaga de magma, chorros de materia fecal que Cocolito había recogido al sumergir el palo en el hoyo de la letrina. Esta empapó ropa, cabello, cara y zapatos de sus agresores. Como lo que va viene, lo que sube baja y el karma cae, el mismo angelito, Cocolito, quedó embadurnado de ese betún cobrizo.

Las consecuencias no se hicieron esperar, pesó más el embarre, que los golpes de las semillas. Las dos víctimas fueron despachadas a sus casas y regresaron remozadas, mientras Cocolito fue puesto de castigo contra la pared en el aula, entre moscas y malos olores.

En un acto comparable sólo a las prácticas montessorianas, para encausar por el bien esas mentes incipientes, dos de ellos fueron presentados frente a los alumnos. Estando la maestra en el centro, Cocolito a su izquierda espantándose las moscas, y Nenito a su derecha, esta preguntó a sus estudiantes con voz enérgica, alta e impostada; en resumen, con voz de político en campaña:

- ¿CÓMO ESTÁ NENIIITOOO?, señalando al niño de la derecha con ambas manos.

Cual poesía coreada, todos respondieron: ¡PERFUMAAADOOO!

- ¿Y CÓMO ESTÁ COCOLIIITOOO?, señalando al otro niño.

De igual forma vociferaron: ¡JEDIONDIIITOOO!

Este intercambio fue repetido varias veces tratando de quebrar la soberbia visible en el rostro de Cocolito, lo cual fue inútil.

Jediondito quedó Cocolito hasta la hora de salida, cuando se fue a casa con los retazos de madera, las canicas y su bon. Conservaba en sus adentros la satisfacción de haber vengado el no poder obrar en paz en la letrina. Caminando orondo y despreocupado, desanduvo lo recorrido en la mañana. Al entrar a su casa sintió que cinco argollas abrazaban firmemente su muñeca izquierda y escuchó una voz que le dijo: “Tú tienes un asunto pendiente conmigo…”.

Así fue ese angelito a practicar la danza del ramo de naranjo y pedir clemencia: ¡GUAY, NO ME DE', NO ME DE', NO ME DE'! ¡NO AGUELA, NO ME DE', NO ME DE'!...------------------------

La escuela de Doña Natalia, ubicada en la calle Remigio Del Castillo esquina Pedro Livio Cedeño y dirigida por doña Natalia Blanco, fue casa de alfabetización para más de una generación de higueyanos, siendo recordada con nostalgia, a pesar de las precariedades con que operaba. La recuerdo pintada de azul, con sus postes de madera cansados y encorvados por el transcurrir de los años, dando paso a cada nueva escuela que surgía y que lentamente la desangraba.

Bon. Los muchachos de mi época le llamaban así a las canicas más grandes, que eran lanzadas a las de tamaño regular. Un bon era al juego de bolas (canicas) lo que es la bola blanca al billar.

lunes, 15 de abril de 2019

El Bacá




El Bacá había soportado el paso del tiempo escondido en la soledad del bosque vagando sin rumbo por las lomas del Aguacate Arriba en la provincia de Gaspar Hernandez, la muerte de su dueño y creador muchos años anterior a la década de 1930 lo habían dejado solo y condenado a una vida sumergida en las sombras, aún más que antes.

Su existencia se había reducido a comer en los basureros de las afueras del horrendo pueblo que estaba al pie de su guarida y recoger monedas, para esto tenía una especial destreza, no las robaba, solo recuperaba las pérdidas, las clasificaba por fecha, por tamaño, denominación y alguna que otra vez dejaba alguna de las más valiosas al pie de la entrada de la Iglesia y se alejaba rápido y sigiloso, su instinto natural de ser un ser anti natura le obligaba a alejarse de lugares parecidos.

La casita que una vez sirvió para el guardabosques ahora estaba casi destruida, cubierta por completo de arbustos y maleza que la hacían parecer más que una ruina, una protuberancia caprichosa del terreno realidad que hacía imposible pensar que allí estuviera la guarida del Bacá, en su soledad se conformaba con contar las modernas, organizarlas, limpiarlas y cuando alguna vieja columna de la casa estaba por sucumbir al deterioro por el tiempo el Bacá se las ingeniaba y apilaba varios cientos de miles de modernas para sustituir la inservible columna, los años seguían pasando y el Bacá empezó a sentir más la soledad, el maleficio de su creador había asegurado su fuerza sobrenatural y con esta su inquebrantable salud, no había frío, calor, tempestad o ventisca que le enfermara, solo sentía náuseas una vez al año cuando el olor del incienso en la celebraciones de año nuevo llegaban desde el pueblo a lo alto de su guarida, en los meses siguientes esa inmensa soledad que por ser diferente a todos los del pueblo le obliga a estar oculto y solo salir de noche a chupar la sangre de los becerros y comer carroñas; solo una vez al año salía de día porque nadie era capaz de ir a trabajar los conucos en Viernes Santo, nunca mataba animales y menos en Viernes Santo, solo vagaba para poder disfrutar de un aire diferente a la luz del día. Su noción del tiempo estaba regida solo por las fases de la luna, las lluvias del mes de Mayo y una que otra estrella que podía ver en algunos meses.

Nadie lo recuerda pero cuando ocurrió la desgracia que dejó al Bacá solo por siempre él tomó como nombre Mariano, como el primogénito del mejor amigo de su dueño, esa historia es vieja y el Bacá, ahora Mariano no la quiere recordar.

Un Viernes Santo de 1932 posiblemente bisiesto, Mariano vio como todas las Mauras sobrevolaban una parte del terreno y se adelantó a probar primero del festín, al llegar las náuseas lo dominaron y se dio cuenta del peligro que corría al ver a la distancia a los habitantes del pueblo rodeando al cadáver de un hombre que no pudo reconocer, ni por contextura ni por forma, los rezos inundaban el silencio y la guardia empezaba a retirarlo, un hombre conocido como el Brujo del Pueblo empezó un extraño ritual en base a incienso y agua dudosamente bendita, Mariano se sentía morir y se arrastró sin ser visto y como pudo hasta su guarida, al llegar nada mejoró, sus ojos rojizos ardían, la fuerza que siempre lo había acompañado parecía haberle abandonado y cayó en un sueño profundo y enfermizo, seis días después vio la luz, sentía hambre y casi no podía caminar, el pánico casi lo dominaba, más de cien años sin sentir ni frio y ahora ser incapaz de caminar, no era para menos, se arrastró por la casa y tomó un poco de agua, sitió el sabor a tierra de esta e hizo un esfuerzo para tragarla, intentó convertirse en un Sarnicaro para así poder cazar algún ave pero no pudo, lo intentó varias veces y en medio del tremendo cansancio que lo dominaba no pudo logarlo así que no lo intentó más y finalmente se convirtió en una rata, tan pequeña como sus energías se lo permitieron y así ir a buscar que comer en donde pueda, lo que sea.


Entraba la penumbra de una tarde que sería más breve que lo normal y una vez saciada su hambre volvió a su aspecto habitual en donde sus sentidos eran más agudos y donde pudo sentir el peligro eminente, escuchaba a la guardia buscando entre los matorrales al asesino del hombre que Mariano no pudo reconocer, cada vez los escuchaba más cerca, el pánico no era sentimiento que Mariano conociera, pero una inusual incertidumbre lo acogía, las pisadas retumbaban en su cabeza como si caminaran sobre él, sus ojos rojizos dilataban sus pupilas para ver mejor, su raro pelaje se erizaba sobre cada poro de su cuerpo y se preparaba para lo peor, de repente las pisadas estaban sobre el manto de hiedra que escondía la entrada de la guarida, Mariano aguardaba en silencio esperando no ser visto, las voces se escuchaban claramente decir, -Seguro está por aquí. –Por allá decían otros. Mariano aguardaba en silencio y decidido, de repente una luz amarillenta penetró por la guarida y Mariano con un rugido solo comprensible por su naturaleza, salió corriendo entre los hombres que solo pudieron ver un celaje negruzco y su figura de hombre animal que paso entre ellos dejándolos sorprendidos, inmediatamente y como si de un trance se tratara cayeron todos hincados y empezaron a persignarse golpeando sus pechos pidiendo perdón por sus pecados no toque la casualidad de que ese sea el último día de sus vidas, un disparo al aire iluminó el denso bosque por un segundo y dejó en la mente de todos el recuerdo de una bestia alejándose por un lado y ellos por otro.

Todavía al día de hoy se escuchan las leyendas de los más viejos decir que Enrique Blanco el hombre que mató al desconocido se les había aparecido y como un rayo se convirtió en una bestia con aspecto de hombre y desapareció dejando el bosque oscuro y solitario y que desde ese entonces nadie más ha vuelto a lomas del Aguacate Arriba en la provincia de Gaspar Hernandez, tal vez Mariano todavía viva en su guarida llena de monedas.

lunes, 8 de abril de 2019

Conoce el Ambiente


El presente
Una noche mucho tiempo después del hecho jugábamos Dominó, la jugada era evidente, sacrifiqué mi doble tres y cuadré con el cuatro tres para la capicúa; los ojos de mi frente brillaron de satisfacción y antes de colocar la ficha, le preguntó al perdedor con voz grave: - “¿Conoce el ambiente?”, la risas de la capicúa se hicieron presentes y seguía la próxima ronda de cerveza; alguien preguntó, ¿qué es eso de…“Conoce el ambiente”?
Los que sabíamos la historia recordamos al Socio y brindamos entre risas, ¡Que viva el Socio!

Después del hecho
Mi abuelo era un hombre del siglo antepasado, a sus más de ochenta, luchaba por conservar la virilidad que caracterizaba a un hombre de su tiempo; madrugador, recto, de habla pausada y carácter recio, las veces que se le vio sonreír fueron pocas, respetuoso de todos y siempre con su puñal discretamente terciado en su cintura, de pañuelo en bolsillo, sombrero, perfumado con sándalo y rostro sin barba; visitaba a sus hijas de la capital cuando muy a su pesar tenía que ser revisado por un médico a insistencia de ellas.

En una de esas visitas, coincidió con el hecho que relato más adelante, la conversación con el abuelo de forma muy breve fue la siguiente.
¿Y usted no llamó a la policía? No Papá, ya esa gente tiene un espacio,
-¿Y usted entró a ese sitio?, No papá, nos fuimos.
¿Y como fue que le preguntaron?, Que si conocía el ambiente, que era un ambiente Gay.
¿Ambiente Gay, que es eso?, los Gay son los hombres que les gustan los hombres.
¿Ah, como los maricones?, Si Papá.
¿Y usted conoce el ambiente?, No Papá
-Bueno, no conozca ese ambiente; mientras me miraba seriamente.





El hecho y El Socio
El Socio, era un hombre común, de esos que viven como la canción Las Cuarentas de Rolando la Serie, así que le daba igual andar con sus contemporáneos como con mozalbetes; la noche empezó normal y fue tomando un matiz más bohemio con el pasar de las horas, los cuatros jóvenes esperábamos al  Socio que nos llevaría en su Chevrolet Cavalier a dar una vuelta por algunos sitios de la ciudad.
Primero una parada en la casa del compadre del Socio, un músico bebedor amante de la bachata, yo no pasaba de Merengue, pero luego de un par de tragos y las caderas sensuales de las mulatas que encontramos en la casa del amigo, debuté con mis primeros pasos al compás de la canción Calumnias Odio y Rencor, los vítores no indicaban que era un buen bailador, solo dejaban en evidencia mi desinhibición producto del Brugal antes de la hora de la cena, tres bachatas más y el Socio se vio forzado a cumplir su compromiso de darle una vuelta a los muchachos, nos marchamos de la casa del amigo cada uno con un par de tragos en la cabeza y empezamos la aventura.

La ciudad de Santo Domingo tiene muchos secretos pero no es tan discreta como para esconder lugares que solo se mencionan pasada ciertas horas de la noche, El Socio no tenía una ruta determinada así que para ir entonando compramos cada uno una cerveza incluida la del Socio que iba manejando, con cerveza en mano el Socio aceleró el Chevrolet por la calle Maria Montéz con dirección al Borinquén o mejor conocido como Herminia en Villas Agrícolas; Antes de bajarnos del Chevrolet el Socio dijo, -- Nadie hable; no fue necesaria la discreción para sobornar el portero y darnos acceso a muchachos sin cedula al submundo que sabíamos que existía pero que desconocíamos totalmente.

Ya dentro de lugar un personaje llamado Papito Timbal tocaba en la tarima, mirábamos al Socio con interrogantes que decían que si eso era Herminia, un hombre tocando timbales, sabíamos que había algo más y Papito Timbal aunque afanosamente golpeaba con los palitos los timbales no cumplía las expectativas de lo que se escuchaba pasaba en esos lugares, luego del número de Papito Timbal, salió al escenario un señor con un huacal de refrescos en la cabeza haciendo malabares y llegó a nuestra mesa el famoso servicio que no era más que la provisión de alcohol al triple del precio y consistía en un Pitufo nombre popular del Barceló Premium Ligth con el lebrillo pequeñito con cubos de hielo y dos Coca Cola, luego el centelleo de las luces y el aviso de que Flor de primavera subiría a la pista, aplausos de los borrachos de las otras mesas y las hormonas de nosotros excitadas por el alcohol y sabiendo que veríamos una mujer desnuda bailar, las luces bajaron intensidad y un reflector de luz dibujaba un circulo de luz roja en el centro de la pista, Flor de Primavera salió al escenario con rostro de cera carente de toda expresión, pareciera que había dejado su alma en otro lugar, su cuerpo se movía mecánicamente en el centro del circulo de luz ante los borrachos que vociferaban, Flor de Primavera bailaba y no reía, sé que mirábamos sus pechos, pero también su cara, luego mirábamos a los borrachos y luego nos mirábamos entre nosotros, Flor de Primavera seguía bailando, luego de muchos golpes de barriga tiró su sostén al suelo junto con su dignidad y después de los aplausos lo recogió y se fue para dar paso a otras como ella, mientras intentábamos entender con tragos lo que habíamos presenciado, contrariando al Socio lo convencimos y nos marcharnos del lugar para no seguir siendo testigos de cómo la vida le juega cruelmente a algunos.


La ruta del Socio era un poco atípica, nos condujo a la Vieja Habana en Villa Mella, Son y Bachata, Chicharrón y más cervezas se mezclaban peligrosamente en nuestro torrente sanguíneo, las horas pasaban y el Socio quería demostrar que conocía todos los rincones de la cuidad, no duramos mucho en la Vieja Habana, la elegancia del baile de Son intimida al inexperto y no estaba en los planes quedarnos mirando la noche entera, la opción, retirarnos y retornamos a la parte baja, el Chevrolet se balanceaba por las avenidas hasta llegar a Villa Consuelo, no nos imaginábamos que  en el foro del parque de Villa Consuelo, casi frente a la Iglesia estaría el Bonsua otro antro igual que Herminia pero de menor nivel, el portero nos revisó para confirmar si estábamos armados y con toda la naturalidad le dio paso a la trulla, al parecer la edad no era impedimento para acceder a esos lugares, de mejor aspecto en su interior el espectáculo de Herminia se repitió con otro nombre dentro del Bonsua, otra mujer de rostro de cera y cuerpo si alma hacia los mismos movimientos que Flor de Primavera hizo en Herminia y no queríamos más de lo mismo, así que nuevamente sacamos al Socio del lugar y nos marchamos.

Sin rumbo y ya avistando la madrugada, empezamos a deambular por cada bar, cada discoteca, en su mayoría todos estaban cerrando, todos despedían la noche y ya estaban hartos de borrachos con bolsillos vacíos, el último lugar al que llegamos no pasamos de la puerta, aquí se inicia el origen de la pregunta previo a tantas capicúas, el portero del lugar al momento de yo intentar entrar al local puso su mano en mi pecho, todo un desafío para un borracho que anda con su trulla, mi expresión lo puso en alerta y cambiando a tono respetuoso me preguntó, Disculpe señor, “¿Conoce el ambiente?”, la pregunta era muy extraña, ¿qué ambiente podía haber en una discoteca?, lo poco que quedaba sin estar ebrio de mi cerebro reaccionó y contesté con otra pregunta,  “¿De qué ambiente tú me estás hablando?”, en el mismo tono respetuoso, Ambiente Gay señor, esta es una discoteca Gay, solo sentí como el socio me tomó por el brazo y en menos de tres segundos estábamos todos en el Cavalier, riendo y sorprendidos, algunos incrédulos, y lo más sensato que se escuchó decir al Socio fue, “ya si se acabó esta vaina, vamos cada quien para su casa”.


Fin de la noche.