–“¡Muchacho!, tu si estas viejo”, así fue
como después de tanto tiempo sin vernos me saludó Julián, el niño mas grande de
segundo grado, nunca lo vi llorar y siempre se burlaba de todo mundo, hasta de
los profesores, no pude decir lo mismo. Julián seguía igualito, el mismo
tamaño, el mismo peinado, la misma sonrisa (aunque noté un diente faltante en
su dentadura) y la misma actitud. Hasta encontré gracioso su comentario que me
acordó el día en que una inoportuna diarrea me hizo popular en la escuela, el
tiempo fue cruel conmigo, pero la vida fue una maestra descuidada y
desinteresada con Julián, (eso pensé evitando expresarlo aun sea con el mínimo
movimiento) no sé que se congeló en el tiempo de Julián, que lo único que superó
fueron los exámenes de quinto curso, porque según me entere nunca mas regresó a
la escuela. ¿Pero que ha pasado?, ¿viajé en el tiempo?, o ¿estoy soñando?, he
visto el mismo colmado de los viejitos que me vendían las bolitas de tamarindo
con azúcar y mi sorpresa ha sido mayor, los mismos viejitos siguen allí, la
maquina de vender aceite sobre el mostrador aun funciona y los anafes de hierro que cuelgan del techo aun no se han vendido, ¿tendrán de las bolitas
de tamarindo con azúcar? (mejor no, esa vez me hicieron daño) o ¿tendrán mi
caramelo favorito?, una golosina en forma de cubo que se llama Cristal, a ver… No,
mejor lo dejo para después, tengo que saber de Julián, seguramente está en la
casa que venden los helados…. Espera, ¡esto es un sueño!
Creo que hoy sería bueno visitar el
barrio después de que salga del trabajo.
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